¿Por qué qué? Aaah, que por qué me hice vegetariana... Todo tiene una expliación.
Resulta que un día, un 8 de junio, concretamente, estaba comiendo en casa de mi hermana (un plato de pollo, por cierto, el último hasta la fecha) y tuve, lo que yo llamo jocosamente "una revelación vegetariana". Me puse a pensar en las carnes y su proceso de fabricación (del que por entonces apenas sabía nada), del sufrimiento animal y del envenenamiento al que somos sometidos con hormonas, antibioticos y un largo etc de sustancias químicas que se encuentran en las carnes de consumo humanos y de las que somos (voluntariamente) inconscientes.
Me decidí ese mismo día, y no volví a comer carne, pero durante un mes seguí consumiendo pescado para hacer la transición gradual. El día 8 de julio de 2010 me convertí en vegetariana de manera oficial. Fin de la historia.
El carrito de la compra. Divagaciones de una vegetariana, 1ª parte
El carrito de la compra. Divagaciones de una vegetariana, 1ª parte
Estaba
esta mañana haciendo cola en un cajero de un gran supermercado, a donde
había ido para agenciarme unas cositas para la cena que doy este sábado
por el cumpleaños de mi amigo Iván,
cuando me fijé que delante de mí había una señora pasando su compra.
Era mayor, bastante obesa, y tenía un evidente mal estado de salud. Lo
primero que hice fue pensar que no quería tener una vejez así para mí
misma, lo segundo que hice fue mirar el contenido de su carro de la
compra. Estaba lleno de yogures, cremas, mousses de chocolates, postres
lácteos, postres manufacturados, refrescos, papas fritas, latas... Nada
de legumbres o fruta, apenas nada de verduras (salvo una de esas
bandejas 'prediseñadas' para hacer potajes o pucheros).
Levanté
una ceja al pensar que quizás, ese tipo de alimentación era lo que
propiciaba el mal aspecto de esa señora, pero lo más paradójico es que
quizás ella no sea consciente de llevar una mala alimentación. Al fin y
al cabo, lo yogures son sanos, ¿verdad?
El
otro día leí en El país semanal, un artículo que se titulaba "Biografía
del carrito". En él se decía que lo que una familia compra dice mucho
de la familia en cuestión, y de cómo las cadenas de supermercados usan
esa información para conocer a sus clientes y poder ofrecerle ofertas 'a
medida' por medio de sus tarjetas de fidelización. Luego explicaba que
ya no somos tan libres a la hora de escoger nuestra alimentación, que
las cadenas de supermercados tienen estrategias para hacernos comprar
tal o cual cosa, que a pesar de la aparente variedad de alimentos que
tenemos a nuestro alrededor, todo se reduce a unos pocos ingredientes,
que se repiten una y otra y otra vez, hasta la saciedad.
Todo
eso, aderezado con la publicidad con la que somos bombardeados, y con
esas etiquetas que tan de moda se han puesto de 'natural', 'biológico',
'de la huerta', 'la receta de la abuela', hacen pensar al consumidor que
está comprando alimentos naturales y sanos, y que la manera en la que
comemos ahora es la manera en la que hemos comido siempre. Pero quizás
eso no es verdad.
En
primer lugar, pensemos en cómo comían nuestros padres y abuelos hace 30 ó
40 años: guisos y potajes casi a diario, pan, leche, queso, algo de
fruta, carnes y pescados de vez en cuando. Nada o casi nada de
embutidos, muy pocos dulces, nada de comida rápida, de papas chips,
de postres prefabricados, de chucherías... Y sin embargo, tenemos la
sensación de comer igual que antes y nos sorprendemos porque los índices
de enfermedades cardiacas, oncológicas y metabólicas aumentan, y cada
vez estamos más gordos y menos sanos.
Miré
mi modesto carrito de la compra y sonreí con cierta suficiencia. Sólo
llevaba un par de botellas de vino, unos espárragos trigueros y un par
de botes de tomates secados al sol (mi gran vicio), aparte de los
ingredientes para hacer unas Berenjenas parmiggianas: albahaca, quesos,
tomate triturado (de agricultura ecológica), y las berenjenas. Me sentía
orgullosa por haber llevado una lista de la compra y haberla cumplido,
sin caer en la tentación que había a mi alrededor, como si yo fuera
inmune a las estrategias de ese gran supermercado para que compre
productos que yo prefiero no consumir.
A
lo largo de los últimos años, no sólo me he hecho vegetariana, también
he cambiado mucho mis hábitos de consumo. Apenas piso ya los grandes
supermercados, quizás porque me ponen nerviosa, pero en gran parte
porque apenas necesito ya casi nada de lo que venden allí. Mi objetivo
al decidir cambiar alimentación no era sólo abandonar el consumos de
derivados cárnicos, sino dejar de lado todo lo posible los productos
manufacturados y hacerme yo misma la mayoría de mis alimentos, para
controlar al máximo los ingredientes que pongo en mi comida. Una vez que
haces eso te das cuenta de que lo que decía arriba es verdad: la
aparente variedad de comida en los supermercados es sólo eso, aparente.
En realidad hay variedad de productos, pero no de materias primas. Y si
no, vete a cualquier supermercado y mira las harinas, por ejemplo.
Posiblemente veas una sola harina, quizás veas varios tipos: de fuerza
(con más gluten) o de reposteria (con un poco de levadura), algunas
especiales para rebozar, etc. Pero si te fijas en realidad sólo tienen
harinas de trigo. ¿Donde están el centeno, o la espelta o el maíz o el
garbanzo? ¿Es que no se pueden hacer harinas con ellos?
Cuando
empiezas a variar tu alimentación más allá de lo que 'hemos comido
siempre', te das cuenta de que el supermercado de la esquina ya no te
vale, que tienes que ir a tiendas 'especializadas' para comprar tu
harina de espelta, o tu agar-agar, o tu arroz para sushi, o tu pan de
pita. Es entonces cuando te das cuenta de que en realidad, la dieta
variada es la que llevas ahora, no antes. Y sin embargo, los omnívoros
me siguen mirando con suficiencia cuando les digo a la cara que quizás
yo, viviendo sin carne, estoy mejor nutrida que ellos y tengo una dieta
más variada.
Hace un par de días tuve en el trabajo una de esas conversaciones que odio tener: que por qué soy vegetariana, que si tampoco como atún o gambas (como si no fueran animales), que si es que me dan pena las vacas, que de dónde saco las proteínas, que si como solo ensaladas y ya está. Yo me armé de paciencia, sonreí mucho y expliqué, como quien habla con un niño de cuatro años, mis creencias acerca de los hábitos de consumo, mi oposición a las prácticas de la ganadería actual, mi convencimiento de no tener ninguna deprivación proteica, blablabla. En un punto dado, una de ellas me preguntó: "Y si tuvieras un hijo, ¿qué?". Y yo le respondí, absolutamente convencida que sería vegetariano. "Pues me parece muy egoísta" me respondió. Y se quedó tan ancha. Yo la miré mal y le respondí que cada padre tiene derecho a decidir sobre la alimentación, la educación, la cultura y la religión de sus hijos, y que por supuesto yo también lo tengo, pero ella, que es madre de dos hijos omnívoros, me miró como quien mira al anticristo porque quizás piensa que negarle la carne y las galletas de fábrica a mis hipotéticos hijos nonatos sea ser mala persona.
Miré de nuevo el carro de la señora que había delante de mí y me di cuenta de que debía tener niños en casa: muchos de esos yogures que llevaba tenían dibujos para niños, algunos eran tipo 'petits'. Había tambuén mucho chocolate y dulces. Supongo que ella le daba a sus hijos y nietos la misma alimentación que ella tenía, creyendo que hacía lo mejor para ellos, y me imaginé un ejército de niños gorditos y juguetones.
Quizás yo también sea víctima de una publicidad alimentaria. Quizás mi deseo de ser vegetariana, de consumir productos frescos y de temporada, y alimentos no modificados genéticamente sea fruto de una nuevo moda, y que yo me esté dejando arrastrar por ella, pero sinceramente, lo que hago lo hago porque me parece lo más lógico. Quizás el movimiento "Slow food" no sea la solución a los problemas del mundo, pero no creo que pase nada por reivindicar la comida 'natural' de verdad y no sólo esa que sólo lo es en la etiqueta.
-¿La carne cómo la quiere, señora? -Baratita, por favor. Divagaciones de una vegetariana, 2ª parte
Hace un par de días tuve en el trabajo una de esas conversaciones que odio tener: que por qué soy vegetariana, que si tampoco como atún o gambas (como si no fueran animales), que si es que me dan pena las vacas, que de dónde saco las proteínas, que si como solo ensaladas y ya está. Yo me armé de paciencia, sonreí mucho y expliqué, como quien habla con un niño de cuatro años, mis creencias acerca de los hábitos de consumo, mi oposición a las prácticas de la ganadería actual, mi convencimiento de no tener ninguna deprivación proteica, blablabla. En un punto dado, una de ellas me preguntó: "Y si tuvieras un hijo, ¿qué?". Y yo le respondí, absolutamente convencida que sería vegetariano. "Pues me parece muy egoísta" me respondió. Y se quedó tan ancha. Yo la miré mal y le respondí que cada padre tiene derecho a decidir sobre la alimentación, la educación, la cultura y la religión de sus hijos, y que por supuesto yo también lo tengo, pero ella, que es madre de dos hijos omnívoros, me miró como quien mira al anticristo porque quizás piensa que negarle la carne y las galletas de fábrica a mis hipotéticos hijos nonatos sea ser mala persona.
Miré de nuevo el carro de la señora que había delante de mí y me di cuenta de que debía tener niños en casa: muchos de esos yogures que llevaba tenían dibujos para niños, algunos eran tipo 'petits'. Había tambuén mucho chocolate y dulces. Supongo que ella le daba a sus hijos y nietos la misma alimentación que ella tenía, creyendo que hacía lo mejor para ellos, y me imaginé un ejército de niños gorditos y juguetones.
Quizás yo también sea víctima de una publicidad alimentaria. Quizás mi deseo de ser vegetariana, de consumir productos frescos y de temporada, y alimentos no modificados genéticamente sea fruto de una nuevo moda, y que yo me esté dejando arrastrar por ella, pero sinceramente, lo que hago lo hago porque me parece lo más lógico. Quizás el movimiento "Slow food" no sea la solución a los problemas del mundo, pero no creo que pase nada por reivindicar la comida 'natural' de verdad y no sólo esa que sólo lo es en la etiqueta.
-¿La carne cómo la quiere, señora? -Baratita, por favor. Divagaciones de una vegetariana, 2ª parte
Detesto
cuando me preguntan, con cierto soniquete, que si soy vegetariana
porque me dan pena los animales. No es sólo que a la mayoría de la gente
les parezca ridículo que a alguien le de 'pena' un animal, sino que ni
siquiera se plantean que alguien pueda ser vegetariano por otras
razones.
Sinceramente, yo
no soy vegetariana porque sea una gran defensora de los derechos de los
animales, aunque respeto plenamente a quienes tienen esas motivaciones.
No es que yo esté en contra de matar a un amimal y comérselo. Es que
estoy en contra de cómo se hace actualmente.
Una
vez, alguien me dijo que le parecía antinatural ser vegetariano.Y lo
dijo con la misma convicción moral con la que un ultraderechista dice
que es antinatural ser homosexual. Yo que siempre he odiado ese
adjetivo, por las implicaciones éticas con las que se utiliza
constantemente, le respondí que es cierto que el homo sapiens es
un animal omnívoro, pero que eso no quiere decir que lo natural sea
comer como se come hoy en día en occidente. Quizás debí decirle también
que lo antinatural es comerse a una vaca que nunca ha visto el sol y que
ha vivido sus pocos meses de vida revolcándose en sus heces y las de
sus compañeras. Pero estábamos compartiendo una cena con otras personas y
preferí no hacérselas indigesta.
¿Cuántas
veces habremos oído eso de "prefiero no saber con qué o cómo está hecha
esta comida, porque si no, no me la comería"? Precisamente, quizás yo
sí que sepa cómo se hace tal o cual comida, y haya tomado esa decisión,
que otros no se atreven a tomar. ¿Antinatural? Evidentemente, eso
depende del punto de vista.
Hace
unos meses vi ese documental que tanto dio que hablar en 2008: "Food
Inc". Aún siendo vegetariana, y estando concienciada con cómo funciona
la industria agroalimentaria, la película me impresionó vivamente por el
empeño de los productores de alimentos de hacer las cosas de manera
antinatural.
Pongamos el
ejemplo de las vacas. Hoy en día, la mayoría de la carne de vacuno que
se consume, proviene de animales criados no en el prado, como nos hacen
creer las etiquetas de las leches y los quesos que compramos, sino en
espacios cerrados y alimentados con piensos de cereales (generalmente
maíz), para engordarlas rápidamente con un alimento que el intestino de
las vacas no está preparado para digerir.
Eso
no debería sorprendernos. Las vacas son hervíboras, comen hierba y
pastos, pero no cereales. No es de extrañar que estas vacas sufran
trastornos intestinales. Según el documental Food Inc y algunos
especialistas, ese cambio en el patrón alimentario de las vacas es lo
que ha originado mutaciones en la flora intestinal de estos animales,
dando lugar a bacterias que son más patógenas y peligrosa y además,
resistenten a los antibióticos, como la Escherichia coli
enterohemorrágica. Es muy lógico pensar que las bacterias intestinales
de estos animales lleguen a la carne: viven enterrados hasta los
tobillos de mierda y tienen la piel manchada de heces. En los grandes
mataderos, en los que se sacrfican miles de vacas al día, es imposible
impedir que algo de esas heces (y las bacterias que contienen) entren en
contacto con la carne que llega al cosumidor. En estas condiciones es
también imprescindible el uso de antibioticos, para evitar que las vacas
se cogan infecciones en ese ambiente tan terriblemente insalubre en el
que viven. Eso hace que las bacterias que conforman su flora intestinal
se hagan cada vez más resistente a esos antibioticos, y que si llegan a
la cadena alimentaria e infectan a un ser humano, su cura sea mucho más
dificultosa.
Parece más lógico pensar que las vacas deberían entar en un prado, pastando hierba y fertilizando el suelo con sus heces, que serían perfectamente sanas a causa de su buena alimentación. Esas heces se descompondrían en el suelo de manera natural y no ocasionaría ningún problema de salubridad para las vacas o los seres humanos. La necesidad de darle antibioticos sistematicamente al ganado desaparecería, y sólo serían necesarios puntualmente si un animal enfermara. Eso también haría que la piel de las vacas estuviera libre de bacterias patógenas, y que una vez sacrificadas y despiezadas, su carne no tendría que pasar por lavados de Cloro y Amonio para desinfectarla. Así la carne llegaría al consumidor con menos porcentaje de grasa (pues no procedería de vacas cebadas rápidamente con maíz) sin antibióticos, y sin sustancias químicas que pueden dañar su salud.
Y sin embargo, el consumidor medio acepta este patrón de cría de ganado para el consumo, porque la carne resultante es mucho más barata. Eso es lo que ha propiciado que en los ultimos años se coma más y más carne pero de peor calidad. ¿No es mejor comerse un filete al mes libre de toxinas y con un menor porcentaje de grasa, que uno cada dia pero de peor calidad? La respuesta parece obvia, pero por lo visto no lo es, por eso la carne ecológica sigue siendo consumida sólo por una minoría.
-¿La carne cómo la quiere, señora?
-Baratita, por favor
Parece más lógico pensar que las vacas deberían entar en un prado, pastando hierba y fertilizando el suelo con sus heces, que serían perfectamente sanas a causa de su buena alimentación. Esas heces se descompondrían en el suelo de manera natural y no ocasionaría ningún problema de salubridad para las vacas o los seres humanos. La necesidad de darle antibioticos sistematicamente al ganado desaparecería, y sólo serían necesarios puntualmente si un animal enfermara. Eso también haría que la piel de las vacas estuviera libre de bacterias patógenas, y que una vez sacrificadas y despiezadas, su carne no tendría que pasar por lavados de Cloro y Amonio para desinfectarla. Así la carne llegaría al consumidor con menos porcentaje de grasa (pues no procedería de vacas cebadas rápidamente con maíz) sin antibióticos, y sin sustancias químicas que pueden dañar su salud.
Y sin embargo, el consumidor medio acepta este patrón de cría de ganado para el consumo, porque la carne resultante es mucho más barata. Eso es lo que ha propiciado que en los ultimos años se coma más y más carne pero de peor calidad. ¿No es mejor comerse un filete al mes libre de toxinas y con un menor porcentaje de grasa, que uno cada dia pero de peor calidad? La respuesta parece obvia, pero por lo visto no lo es, por eso la carne ecológica sigue siendo consumida sólo por una minoría.
-¿La carne cómo la quiere, señora?
-Baratita, por favor